Raúl (llamémosle así) es uno de esos amigos que ganas al conocer a tu pareja. Terminada su carrera, fichó por una de las big four e inició su carrera en el mundo de la Auditoría, la de verdad, no las que yo hacía.
Como buenos chicos de provincias, al principio nos veíamos cada quince días en el peluquero, reacios a cambiar costumbres arraigadas. Me llamó muchísimo la atención el detalle con el que cuidaba que su corte y peinado no fueran excesivamente modernos o llamativos… en lo que 3-5 cm de longitud de cabellos podrían permitir. Al comentarlo, me hizo notar que había grandes diferencias entre poblaciones: en Barcelona, su base de operaciones, se permitía cosas que en otras capitales no podía, «como llevar zapatos marrones». Al parecer, se consideraba en su ambiente de trabajo poco menos que una extravagancia, ánimo de destacar o de llamar la atención innecesariamente, en determinados entornos o poblaciones, incluso que se las tienen por más capitales (!).
Iñaki lleva sus zapatos marrones con extrema elegancia. Desde su blog nos hace reír pensando, y a la inversa. No es casualidad que esta entrada y la anterior en éste hayan sido motivadas de alguna manera por él: Sus lunes dedicados a los recursos humanos, sus vídeos de EFQM para torpes, los domingos dedicados, las obviedades… ¡Si incluso cree que sabe escribir bien en inglés! 😉
Es una pena que otros crean que los zapatos de Iñaki les han pisado algún callo. Ellos se lo pierden. Dirán lo que quieran, y harán como que no los ven, pero siguen siendo marrones.
Ando en tiempos de mudanza: he cambiado de empleo, y de empleador. En el proceso de selección, viniera a cuento o no, dejé caer que tengo esta afición por la escritura, «discreta, no secreta». Las responsabilidades de mi puesto me contienen probablemente y hacen que me auto regule, por sentido común, nada más. Pero seguiré escribiendo, y aquí está la prueba.
En la foto: mis zapatos, hoy negros, otros días no. Han pisado bastantes charcos y empiezan a pisar moqueta. Pero dispuestos para patear los huevos de alguno (¡en este contexto metafórico, eh!), si se presta la ocasión.
La canción, creo que le gusta al «sospechoso», y en todo caso, es que no todo van a ser zapatos.
Ole, ole y ole… me encanta llevar zapatos marrones, de los que tú dices y en los pies también, jajaja… si ahora mismo me hago una foto podríais comprobar que efectivamente es así.
Y seguiremos llevando zapatos marrones, le pese a quien le pese, incluso los días que nos pongamos zapatillas, jajaja… A mí me gusta El Canto del Loco, creo que es a otros a los que nos les gusta, jajaja…
Me gustaMe gusta
Gran entrada Luis, muy clara directa y sencilla.
Espero que no os quitéis los zapatos marrones, hacen falta.
Me gustaMe gusta
Muy buena la entrada. Lástima que falle la música 🙂
Me gustaMe gusta
Que casualidad, ya han comentado las dos personas en las que estaba pensando cuando he dicho lo de El Canto Del Loco, jajaja…
Me gustaMe gusta
Por qué nos habremos sentido aludidos??? ja, ja
Me gustaMe gusta
Mi mayor problema es que mi perímetro abdominal no me deja ver el color de los zapatos… pero sí, hoy he estirado las piernas y siguen siendo marrones. Gracias a todos por comentar. La canción será cuestionable, pero no os preocupéis, os consta que las conozco peores 😛
Me gustaMe gusta
Por cierto, Iñaki, espero que lo de dejar de publicar en inglés no haya sido por lo que decía aquí 😉
Me gustaMe gusta
No, por dios, es un cambio de estrategia, jajaja…
Me gustaMe gusta
Pingback: Decíamos ayer… | Cæteris Disparibus
Pingback: No va a ser el fin del Mundo | Cæteris Disparibus